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Cuentos para degustar

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OSCAR BRANDO

CUANDO TENÍA 22 años, Ricardo Piglia (Adrogué, 1940) obtuvo el primer premio del concurso organizado por la revista El escarabajo de oro con el cuento "Mi amigo". Al año siguiente Bibliograma le premió "Una luz que se iba". En 1967 Piglia reunió 10 relatos en su primer libro, La invasión. Dejó afuera dos cuentos que ya habían sido publicados. En 1968 dio a conocer otro relato y en 1969 y 1970 escribió dos más que quedaron inéditos. Al mismo tiempo empezó a esbozar una novela sobre un caso policial, a partir de una versión que le había proporcionado una mujer vinculada a los protagonistas. Se trataba del asalto realizado en 1965 en Buenos Aires y de la posterior masacre de los delincuentes en el edificio Liberaij de Montevideo. Esa novela tardaría 30 años en ser escrita y se convertiría, ella misma, en un caso judicial. Premiada por la editorial Planeta, Plata quemada (1997) soportaría un juicio bajo la acusación de fallo tendencioso. Pero eso sería mucho después, cuando Ricardo Piglia ya formaba parte del star system de las letras argentinas.

En los 60 Piglia era un joven que había estudiado en la Universidad de La Plata y, ya en Buenos Aires, se había vinculado al mundo editorial. Sus cuentos eran un banco de prueba en el que ajustaba los recursos y los temas de sus escritores más admirados. Piglia era un imitador virtuoso de sus maestros y no siempre lo escondía: a veces lo exhibía como condecoración. El tema de la traición en "La honda" y en el ya citado "Mi amigo" es tan arltiano que da un poco de vergüenza ajena. El uso del monólogo, como confesión o reflexión, con su necesario coloquialismo, o los temas populares, coinciden con Cortázar. De Hemingway toma cierta sequedad de estilo y el sistema del iceberg: la mayor parte de lo que sucede no está en la superficie. Esto lo desliza hacia un narrador que no siempre sabe bien qué es lo que pasa, como en Onetti. El cinismo, el borde de la abyección, la violencia soterrada remiten, como señalan Olguín y Zeiger, a la elección moral, un asunto muy ligado al existencialismo. Un toque decadente proviene de Pavese. Cabe preguntar si hay algo propio.

La respuesta es sí. Aquello que, al despejar las influencias, lo va convenciendo de que puede agregar algo a lo ya escrito por otros. Una reciente reedición corregida y ampliada de La invasión permite revisar ese empeño. A los diez cuentos incluidos en 1967 se agregan ahora cinco más. Aquellos son retocados, con excepción de "Tarde de amor", que es severamente reescrito y sigue tan horrible como en su primera versión. Como decía Quiroga, si uno no sabe adónde va, absténgase. De los otros catorce, se pueden hacer algunas inferencias. Quizá siga siendo el mejor, como el propio Piglia ha afirmado, "Las actas del juicio". Este relato es el que augura más claramente la literatura por venir de Piglia. No solo (aunque también) por el tema histórico, el asesinato de Urquiza, sino por el dilema moral (la traición) de ciertas decisiones vistas a la luz del drama colectivo (la violencia). Sin embargo dos o tres de los cuentos incorporados en esta reedición podrían competir en calidad con "Las actas…". "El joyero" presenta muy bien un abismo interior inexplicado, con consecuencias terribles que el cuento parece ignorar pero que sacuden al lector. "El pianista", aunque un poco onettiano de más, es otro gran relato. La persecución que hace Emilio Renzi de sí mismo con la excusa de los diarios de Pavese en "Un pez en el hielo" es otro gran hallazgo de Piglia. Frente a estos, los buenos cuentos de la edición primitiva como "Mata-Hari 55" empalidecen.

Sin embargo el cruce entre ficción y relato testimonial en "Mata-Hari 55", anticipa, como han visto Olguín y Zeiger, un procedimiento fecundo en la futura literatura de Piglia. En esta se harán cada vez más sofisticadas esas posibilidades, más enfatizado el juego de versiones, de aquello que pudo ser y sus imprevisibles consecuencias. Piglia construirá una portentosa máquina que atiende a demostrar el poder transformador de la imaginación literaria. En los cuentos de La invasión, para especialistas, hay un poco de eso; para simples degustadores hay momentos de buena literatura.

LA INVASIÓN, de Ricardo Piglia, Anagrama, Buenos Aires, 2006. Distribuye Gussi. 194 págs.

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