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Conversación interrumpida

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Elvio E. Gandolfo

EN 1992 AL ESCRITOR Roberto Bolaño le diagnosticaron una insuficiencia hepática. En el último año su condición se había agravado. El 15 de julio a las 2:30 horas falleció en Barcelona por complicaciones, tercero en la lista de espera de un transplante de hígado. Sólo en los últimos meses había aminorado su extraordinario ritmo de producción. En un cuarto de siglo había publicado cerca de 20 libros. Se había convertido, no sólo por la calidad extraordinaria de varios de estos títulos, sino también por su actitud franca, peleadora, que repartía palos literalmente a diestra y a siniestra, en la figura latinoamericana más destacada de su generación. En la ceremonia laica de despedida de sus restos mortales hablaron sus amigos Ignacio Echevarría y Rodrigo Fresán, y su editor, Jorge Herralde.

Chileno casi hasta la exageración, su vida trashumante lo llevó a distintos lugares, en especial México D. F., Santiago (en un breve período que incluyó el golpe contra Allende y su breve encarcelamiento), y Blanes, pueblo de la Costa Brava donde vivía con su mujer Carolina López y sus dos hijos, Lautaro y Alexandra. Esa experiencia informó toda su obra, y era duplicada por una itinerancia y voracidad de lector que convierten su obra en un testimonio de la pasión por leer y escribir, un florecimiento tardío de la riqueza del humus cultural latinoamericano de los años ’60 y ’70.

Generoso y apasionado, hizo de la conversación interminable, de la entrega a la amistad discutidora o reidora (aún más que al amor) centros de su interés permanente. Comenzó como poeta, pero una serie de libros narrativos publicados en la segunda mitad de los años 90 construyeron la parte más visible de su obra.

LA VIDA. Roberto Bolaño Avalos nació en Santiago de Chile en 1953. En 1968 su familia se mudó a México, donde Bolaño comenzó sus estudios. Abandonó la secundaria a los dieciséis años, y resolvió no volver a ninguna institución de enseñanza. Aun así no se consideraba autodidacta, porque le debía demasiado a algunos de los autores que le enseñaron y guiaron, como el mexicano Efraín Huerta o el chileno Enrique Lihn, a quienes no conoció, aunque tuvo una correspondencia para él crucial con Lihn, y uno de los mejores relatos de Putas asesinas narra un sueño donde por fin se conocen.

Después de trabajos menores en medios mexicanos, regresó a Chile en 1972, considerándose a sí mismo trotskista en ese entonces. En el momento del golpe de Pinochet su acento mexicano convenció al oficial que lo detuvo de que era un peligroso terrorista, aunque otro oficial comprendió con claridad que la realidad era otra. Después de un par de traslados, el encuentro fortuito con dos detectives que habían sido compañeros de la adolescencia (y que aparecen en algunos de sus relatos) se tradujo en su liberación, después de ocho días de detención.

Al regresar a México fundó con un grupo de poetas del lugar el movimiento "infrarrealista" (que reaparece trastocado en "realismo visceral" en Los detectives salvajes). Hacia 1977 decidió trasladarse a España, donde tuvo diversos trabajos "de sudaca" (como él mismo los llamaba): vendedor de bisutería, o vigilante nocturno de un camping (experiencia que aparece en La pista de hielo y otros textos). Lo fascinó el momento que vivía Barcelona, en pleno destape y dinamismo post-Franco. Le agradeció a la ciudad, sobre todo, haberle enseñado a "vivir fuera de la literatura", a diferencia de su experiencia chilena y mexicana. Cuando se casó con Carolina López se trasladaron a Blanes, a cien kilómetros de Barcelona y pocos metros del mar, donde vivió de allí en adelante.

Un cambio importante fue obtener el Premio Rómulo Gallegos en su XVI edición con Los detectives salvajes (1998), que ya había obtenido en España el premio Herralde. En Chile le concedieron en 1997 el Premio Municipal de Santiago de Chile por su libro de cuentos Llamadas telefónicas. Tuvo el raro honor de ser un personaje recordable en la exitosa novela de Javier Cercas Soldados de Salamina.

LA OBRA. Ahora que se ha editado al fin una novela de juventud inédita de Bolaño, Amberes, y que se tiene conciencia clara de su obra, es posible decir que sus primeros libros son sólidos y recorridos por su energía característica, pero apenas el prólogo del salto de calidad que se produjo en la segunda mitad de los 90. La pista de hielo (1993) armaba una tensión de novela policial en un camping donde un enamorado decide construir el artefacto del título para su novia patinadora, y donde se producen crímenes. La literatura nazi en América (1996), título con mucho "gancho", reunía falsas biografías de escritores que tuvieron relación directa o indirecta con el nazismo. Él mismo declaró que a la postre se refería más a las miserias y vicios de los literatos que de los nazis. Los dos países más mencionados eran Chile y Argentina, y en varios momentos había un aire de familia con las falsas biografías de Roberto Fontanarrosa.

En la segunda mitad de los años 90 Bolaño publica los títulos que constituyen la zona más potente y lograda de su obra édita. El núcleo creativo puro y duro que lo convirtió en el nombre latinoamericano más destacado de los últimos 25 años estaba integrado por tres libros más bien cortos: los cuentos de Llamadas telefónicas (1997), y las novelas Estrella distante (1996) y Nocturno de Chile (2000). A ellas se agrega Los detectives salvajes (1997), que se inscribía en un subgénero latinoamericano: la Gran Novela Despeinada, iniciada en Argentina por Adán Buenosayres de Marechal y sobre todo Rayuela de Cortázar. El largo tramo de Bolaño se inscribía con honores en esa tradición, se ambientaba en México, y tenía en el humor desatado, atemperado por una ternura soterrada, disfrazada de ironía, sus mejores cartas. Y en la extensión excesiva, repetitiva, a partir de la zona central, su principal handicap.

Tanto Estrella distante (1996) como Nocturno de Chile (2000) dejan en cambio estupefacto al lector ante lo logrado en pocas páginas. Las dos se acercan al Mal de las dictaduras por caminos estéticos de gran originalidad, convirtiéndose en dos de los mejores títulos sobre el tema. En Estrella distante al comienzo todo parece fluir con la naturalidad de un relato verbal sobre el ambiente poético chileno, sobre todo el menor o el muy menor, pero visto con una lucidez que no deja de lado el cariño. Poco a poco crece en el borde de ese mar de talleres literarios, revistas pequeñas o inexistentes, poetas y poetisas que tratan de negar sus impulsos sexuales y afectivos, la figura ominosa de Ruiz-Tagle, en realidad Carlos Wieder, un infiltrado parapolicial que no dudará en seducir y liquidar a un par de poetisas y convertir su acto en una "obra de arte". La calidad de Bolaño reside no sólo en la cartografía minuciosa del ámbito que supo recorrer en vida, sino además en un temblor que lo detiene al borde del juicio tajante, de la facilidad. Lo que se ve es lo que es, y es espantoso.

En Nocturno de Chile la apuesta formal se redobla. Si en algunas de sus primeras novelas había empleado recursos de vanguardia o experimentación (Burroughs, Ballard, incluso el objetivismo), aquí emprende un vuelo verbal que lo lleva a escribir en un solo párrafo y varias escenas relacionadas la vida despreciable y paradigmática de un cura del Opus Dei que además es crítico literario en pleno pinochetismo. La temperatura crece en escenas memorables, como la lucha de halcones eclesiásticos contra palomas desprolijas en una Europa de pesadilla, o el modo en que una tertulia cultural en la planta baja de una mansión, esconde en el sótano la tortura y la muerte.

Llamadas telefónicas tiene un arranque maestro en "Sensini", un conmovido homenaje al argentino Antonio Di Benedetto, quien le dio a Bolaño la clave para sobrevivir en la difícil España: participar una y otra vez en los concursos provinciales. Aparece también el tema del porno, en el magistral "Joanna Silvestri", una actriz del género que, postrada en un hospital, pasa las tardes escuchando las historias de un detective chileno, y construye de a poco una elegía al famoso John "Long" Holmes. Otros relatos recorren los caminos enrevesados, pobres y complejos del exilio en lugares como Rusia (en "La nieve"), en personajes femeninos insondables e histéricos como el de "Vida de Anne Moore", o en la sencillez kafkiana para pintar el amor en el cuento que da título al volumen. Una sensación básica que le queda al lector es la posibilidad de tratar cualquier tema o atmósfera a través del cuento, en una especie de sana insolencia creativa.

La sensación aumenta en un libro posterior menos equilibrado, Putas asesinas (2001), que incluye uno de los grandes relatos del autor ("Últimos atardeceres en la tierra", de tono casi hemingwayano), que repite el tema del porno (en "Prefiguración de Lalo Cura"), y que vuelve a los trayectos de exiliados en "Gómez Palacio" o "Días de 1978", donde hay una frase autoirónica de su alter ego: "B detesta a los chilenos residentes en Barcelona aunque él, irremediablemente, es un chileno residente en Barcelona." En "Vagabundo en Francia y Bélgica" Bolaño usa uno de sus mejores recursos: la lectura de algo relativamente marginal (en este caso un número de la revista Luna Park), que se va mezclando con el relato. En Bolaño vida y literatura, experiencia y lectura son una y la misma cosa.

Amuleto (1999), es una especie de capítulo perdido de Los detectives salvajes, con uruguaya que se refugia en los baños universitarios ante la brutal represión policial en México, personaje de la novela mayor. En Monsieur Pain un "mesmerista" trata de curar el hipo de un latinoamericano en el París de 1938, y es envuelto en una conspiración de alcances insospechados. Una novelita lumpen, aun no distribuida en el Río de la Plata, gira alrededor de dos hermanos, la orfandad y el descubrimiento del sexo. Son todos libros breves y leves, con rasgos de interés indudables, pero menores junto a la vara alta que el propio Bolaño estableció en sus mejores títulos.

LA LENGUA SUELTA. Para todos los implicados en el acto literario (otros autores, críticos, sobre todos lectores) tal vez lo que más se vaya a extrañar ante la ausencia de Bolaño sea su sentido del humor, su caudal vitriólico, su pasión directa para recomendar o atacar, para opinar sin pelos en la lengua, para contradecirse. No era en absoluto un polemista profesional, pero decía lo que pensaba o sentía, algo muy poco frecuente. Justamente odiaba en particular el clima excesivamente acolchado y cómodo imperante en las nuevas "condiciones de mercado", que con excesiva frecuencia pasaron a ser condiciones del ámbito literario en general: "Hoy pocos se atreven a definir ‘lo literario’. Pues eso es la muerte de la literatura. Es decir, en el momento en que llegamos en la literatura al todo vale, a una especie de democracia mediática en donde todo es bueno, en donde todos podemos tener nuestros quince minutos de fama, pues ahí se acaba la literatura y se acaba, en gran medida, porque le estaremos dando mierda a los lectores".

Esa y otras declaraciones punzantes ("No compito con Hernán Rivera o Diamela Eltit; yo estoy compitiendo con escritores buenos de verdad") las hizo en medios chilenos, despertando la ira soterrada y el rencor. Encrespó a un pueblo, como suele decirse, al definirse como el mejor autor narrativo de su generación en Chile. Después, como para aplacar un poco (movimiento de ida y vuelta frecuente en él), recurrió a su principal maestro: "Lo que pasa es que sigo al pie de la letra los dictados de (Nicanor) Parra, cuando dice que es bueno joder la paciencia."

Era especialmente duro con los ambientes políticos, con las ilusiones de la juventud: "Siempre quise ser un escritor político, de izquierdas, claro está, pero los escritores políticos de izquierda me parecían infames. (...) Latinoamérica, entre sus muchas desgracias, también ha contado con un plantel de escritores de izquierda verdaderamente miserables. Quiero decir, miserables como escritores. Y yo ahora tiendo a pensar que también fueron miserables como hombres. Y probablemente miserables como amantes y como esposos y como padres. Una desgracia." En su tono inconfundible marcaba su lugar: "yo puedo ser el payaso de mis lectores, si se me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es."

Consideraba que en América Latina sólo había habido dos generaciones de narradores. "La primera, la grande, empieza, digamos, con Macedonio Fernández, y termina con Reinaldo Arenas y Manuel Puig." En la segunda se incluía él mismo junto al colombiano Fernando Vallejo, los argentinos Rodrigo Fresán y Alan Pauls, y los mexicanos Carmen Boullosa y Daniel Sada.

Amaba muy en especial Las mil y una noches, algunos autores de ciencia ficción (Philip Dick, Ballard, James Tiptree jr.), la literatura del Río de la Plata. Consideraba que aún los escritores argentinos "más pésimos" saben escribir. En una serie de consejos para cuentistas comenzaba su lista de inevitables con Horacio Quiroga y Felisberto Hernández. Aún así pensaba que "toda literatura nacional es por naturaleza una literatura imaginaria, y eso en el mejor de los casos; generalmente suele ser una literatura artificial." En una larga serie de nombres de autores latinoamericanos que le propuso un entrevistador, y que fue despachando con fórmulas breves y contundentes, terminaba diciendo: "En realidad, de todos los escritores que me ha nombrado sólo me interesan Vallejo, Onetti y Borges." De los chilenos, la lista presentada incluía a Neruda, pero no a Parra. Entre ambos Bolaño había elegido antes, en forma de chiste: "nunca bailaría con Pablo Neruda, pero con Nicanor Parra sí, cheek to cheek y toda la noche." También con humor se despegó de Vicente Huidobro: "me aburre un poco. Demasiado tralalí alalí, demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden envueltos en llamas o, ya de plano, aquellos a los que no se les abre el paracaídas".

Tal vez pensando en su propio trayecto, rechazaba claramente la idea de la poesía como una disciplina superior: "Yo creo que en este siglo, y repito una palabra de Harold Bloom, la mejor poesía del siglo XX en el mundo se hizo en prosa. En el Ulises de James Joyce está contenida La tierra baldía de Eliot, y es mejor que La tierra baldía de Eliot."

LO QUE QUEDA. Cuando terminó de escribir las 600 páginas de Los detectives salvajes Bolaño declaró que el esfuerzo le había costado la mitad del hígado. En estos últimos meses se encontraba en la etapa de corrección de 2.666, una novela de más de 1.000 páginas, que narra una serie de crímenes brutales en Ciudad Juárez, más tarde dividida en dos, y al fin en cinco novelas interconectadas. Esta vez el trabajo fue "como de minero del siglo XIX", y debió ser interrumpido ante el agravamiento de su dolencia hepática. Se dice que cuatro de las cinco novelas ya estaban terminadas. Y que habría un libro de relatos inéditos, El gaucho insufrible. Su estilo de reelaboración magistral del relato verbal, su multiplicidad de recursos técnicos, y sobre todo una personalidad abierta y expansiva, le habían ganado el aprecio insondable de innumerables lectores. Perderlo ha sido para ellos la pérdida de un interlocutor no sólo válido sino además incanjeable. Pero Bolaño siempre pensó que la escritura era riesgo, y seguramente ese riesgo sigue presente en sus textos inéditos, lo que queda, allí donde la magia literaria y valiente permitirá seguir la conversación por ahora interrumpida.

Los libros

NARRATIVA

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, con Antoni García Portas (1984).

La pista de hielo (1993).

La senda de los elefantes (1994; reeditado en 1999 como Monsieur Pain).

La literatura nazi en América (1996).

Estrella distante (1996).

Llamadas telefónicas (cuentos, 1997).

Los detectives salvajes (1997).

Amuleto (1999).

Nocturno de Chile (2000).

Putas asesinas (cuentos, 2001).

Amberes (2002).

Una novelita lumpen (2002).

2666 (inédita).

El gaucho insufrible (cuentos, inédito).

POESÍA

Tres (2000).

Los perros románticos (Poemas 1980-1988).

Los títulos de narrativa más importantes están publicados por Anagrama. La literatura nazi en América es de Seix Barral. Una novelista lumpen, de Mondadori. Tres integra el catálogo de El Acantilado, y Los perros románticos el de Lumen.

El mejor sitio de la Red para encontrar información es: http: sololiteratura.com/ bolanoprincipal.htm. Incluye biografía, opiniones, bibliografía, reportajes, artículos y miscelánea. A su vez recopila numerosas críticas y fragmentos o relatos completos, incluyendo alguno inédito.

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