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Una decisión crucial

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HERNÁN SORHUET GELÓS

La Presidencia, en su afán de imponer su voluntad, dobló la apuesta a favor de la megaminería en el país, al ofrecerle a la empresa Aratirí ser socios en la explotación del hierro de Valentines.

Ni siquiera ha tenido el tacto de esperar la definición técnica del proyecto presentado por la empresa ante el Ministerio de Medio Ambiente. No debería extrañar esta actitud. Recordemos que tiempo atrás el propio presidente Mujica anunció la posibilidad de trasladar a la Dirección Nacional de Medio Ambiente a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, para depender directamente de Presidencia y así ejercer un control más directo en sus opiniones técnicas.

Si algo caracteriza a los primeros años del siglo XXI es que las sociedades del mundo avanzan en la toma de conciencia de que el único futuro viable de la humanidad será el que se construya basado en la sustentabilidad de los procesos, de los ciclos, de la producción, del uso y aprovechamiento de los recursos naturales. Los modelos clásicos, con su marcada tendencia a la sobreexplotación, el abuso, el despilfarro, y sin priorizar la conservación de los recursos y la valoración de los servicios ambientales, pasan a ser los ejemplos más claros de lo que no se debe hacer.

Analizar la situación actual circunscribiéndose a la acotada mirada de que existe en el subsuelo un recurso metalífero que puede dejar buen dinero, resulta un simplismo peligroso solo justificable desde la óptica de la empresa que desea explotarlo. Está en todo su derecho de buscar buenos negocios.

Pero el Estado uruguayo tiene una enorme responsabilidad cuando toma decisiones que involucran el patrimonio nacional, las modalidades de producción, los usos y la sustentabilidad de los ecosistemas, y los posibles impactos negativos permanentes que podrán afectar las mejores posibilidades de las generaciones futuras.

El Parlamento analiza una ley de minería de gran porte. Es tan importante el asunto que debe tomarse todo el tiempo que sea necesario para hacer el mejor trabajo con el máximo de responsabilidad. Son actividades que implican magnitudes, escalas y el uso de tecnologías desconocidas para nuestra sociedad. Sustituirán de manera permanente a actividades agropecuarias y turísticas -que son para el país la columna vertebral de su generación de riqueza- pero con la enorme diferencia que, mientras la ganadería, la agricultura y los servicios a los visitantes son actividades renovables, la extracción minera no lo es. Una vez se alcance cierto nivel de agotamiento de los yacimientos, inexorablemente se abandonará la explotación de esas áreas, que para entonces estarán destruidas desde el punto de vista de los servicios ambientales que antes brindaba.

Uno de los meollos de discusión debe ser qué precio está dispuesta a pagar la sociedad uruguaya para permitir grandes explotaciones mineras en su territorio, las cuales prometen generar en el corto plazo una buena cantidad de dinero y empleos a término. La minería es una actividad necesaria, deseable y útil, pero la escala marca la gran diferencia entre lo conveniente y lo perjudicial. En la actual coyuntura que es trascendente para el país, los acotados tiempos de los gobiernos de turno juegan en contra de la claridad y serenidad mental que se necesitan para tomar las mejores decisiones.

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