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Cuatro razones para avanzar hacia un acuerdo con la UE

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El momento por el que está atravesando Europa no es bueno y los problemas económicos que tiene no son menores. Los gobiernos están sobredimensionados y son deficitarios, hay un alto nivel de endeudamiento, tanto público como privado, y las rigideces en los mercados frenan la capacidad de reacción de la economía en la salida de la crisis. A pesar de la falta de atractivo actual vale la pena avanzar en las propuestas de integración con el Mercosur que están sobre la mesa hace unos cuantos años.

Para un país chico como Uruguay, obtener el acceso al mayor número posible de mercados externos en condiciones favorables es fundamental para consolidar el crecimiento de la economía. En particular si se trata de socios dinámicos y de alto poder adquisitivo.

En un aparte en la reciente cumbre entre los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea (UE), se intentó reflotar las negociaciones para alcanzar un acuerdo comercial entre los bloques, que están estancadas desde hace un buen tiempo por desinteligencias mutuas. Es así que se procuró fijar una fecha para el intercambio de propuestas de integración, de acuerdo al compromiso asumido por los presidentes del Mercosur y la Unión Europea en el año 2010. La posición del Mercosur fue postergar la instancia hasta el último trimestre del año, fecha en la que se estima se haya reincorporado Paraguay.

A pesar de los problemas que tiene Europa y que el flujo más dinámico del comercio internacional pasa en la actualidad por otras regiones, para Uruguay la concreción de un acuerdo entre el Mercosur y la UE es muy importante y puede ser beneficioso.

En primer lugar porque Europa es una región con un alto poder adquisitivo y que a pesar de la crisis y recesión económica sigue consumiendo y comprando.

Basta observar la evolución de las exportaciones uruguayas a la UE para observar cómo hay un piso por el cual difícilmente representen menos del 10% del total exportado.

Antes que explotara la crisis del 2008 en los mercados desarrollados, las exportaciones de Uruguay a la UE rondaban en US$ 1.150 millones anuales y el piso posterior a la crisis fue de US$ 822 millones anuales. La recuperación que se vivió a continuación llevó las exportaciones a US$ 1.200 millones y con la crisis del último trimestre del 2011 se produce una caída que al cierre del 2012 se ubica en US$ 980.

Por lo tanto, hasta en los peores momentos sigue contribuyendo con un porcentaje importante de nuestras ventas.

Estas exportaciones tienen a su vez un alto precio unitario o corresponden a calidades superiores con mayor incorporación de valor agregado que una simple materia prima.

El crecimiento de las exportaciones uruguayas en los últimos años se centró en commodities alimenticios, fundamentalmente la soja y últimamente el trigo, estimulados por una sostenida demanda internacional. Son condiciones de mercado que han generado una tendencia a la primarización de las exportaciones debido a la predominancia que tienen las materias primas y las ventas a China. En el año 2006 la participación de productos primarios, arroz y cebada en el total exportado era del 18% y en el 2012 se elevó al 38%.

Los productos que le agregan más valor a esas materias primas no han mostrado tanto dinamismo y están sufriendo el revés de las trabas argentinas. El acceso a nuevos mercados más sofisticados y las posibles inversiones que puede captar el país aprovechando la disponibilidad de materia prima, pueden permitir el desarrollo de nuevas actividades productivas.

Un segundo argumento a favor de generar acuerdos de libre comercio con esta región radica en la política de sostener la competitividad de nuestros productos.

Nuestros competidores están mucho más cerca geográficamente de estos países europeos que nosotros. En efecto, la producción actual de alimentos radica en la zona de la exUnión Soviética más cercana a Europa. En el futuro es previsible que se expanda la producción de alimentos en África y en cuanto genere excedentes de exportación tiene a Europa muy cerca. El acceso en condiciones favorables a un mercado tan importante compensaría los mayores costos del flete.

Un aspecto no menor, que en este caso debería aumentar el interés de los europeos por acuerdos de este tipo, es el relativo a la diferencia de estaciones en que está cada uno de los hemisferios.

El tercer argumento tiene que ver con los lazos culturales e históricos. Buena parte de la población de América Latina es inmigrante de los países europeos con mayor poder adquisitivo. El comercio exterior del siglo pasado se centró en las compras europeas y hay lazos comerciales y vínculos de negocio que tienen décadas de conocimiento mutuo. Vale la pena reforzar todo este capital en relaciones con acuerdos que permitan la continuidad.

El cuarto argumento tiene que ver exclusivamente con el Mercosur y el desbalance que existe en el tamaño de las economías que lo integran.

Solamente la apertura a otras regiones permitirá relativizar la dependencia de Argentina y Brasil para nuestro país.

La historia muestra que nuestros vecinos han tenido períodos de gran inestabilidad. Y si bien las reformas estructurales emprendidas en los últimos tiempos parecen haber dejado atrás las épocas de variaciones bruscas en los precios relativos, continúa siendo una región con cierta inestabilidad.

Uruguay tiene en agenda este tema, así como otros acuerdos comerciales.

La dificultad de nuestra política exterior radica en la contemplación pasiva que se mantiene cuando nuestros socios ponen frenos a los procesos de integración.

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