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Una novela que explora el pasado histórico uruguayo

Novedad. Está ya a la venta el libro "El exilio de Artigas"

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En un libro que el lector desearía que le gustara más. Así y todo, hay motivos para echarle una ojeada a "El exilio de Artigas" del montevideano Joselo González Olascuaga, que ha publicado Rumbo Editorial.

Se trata de una novela breve (unas 120 páginas) que se lee de un tirón. Esa brevedad puede ser empero un inconveniente para un libro de considerable ambición, que entrecruza por lo menos tres líneas narrativas y aspira a replantear algunos mitos de la historia uruguaya.

El protagonista es un profesor de historia que ha trabajado (en colaboración con un guionista en quien no es difícil reconocer, con alguna variante, a Antonio "Taco" Larreta) en el libreto de una película sobre Artigas que no llegó dar a luz. Para entender ese aspecto del asunto conviene saber que el propio González Olascuaga (autor de cinco novelas, varios libros de relatos y un persistente interés por el fútbol) colaboró efectivamente con "Taco" en un proyecto cinematográfico artiguista que fue desechado. Una ficcionalización de esa situación constituye uno de los ejes narrativos del libro.

Hay otros dos. Por un lado, una exploración del pasado histórico que se dispara a partir del hallazgo por parte del protagonista, entre las pertenencias familiares, de un medallón de Elizabeth Alice Lynch, la amante del gobernador paraguayo Francisco Solano López. El personaje (y narrador) se lanza a una investigación personal que saca a relucir el exilio de Artigas en el Paraguay, aspectos de la guerra de la Triple Alianza, y la evolución de la figura del héroe, desde la leyenda negra al procerato. Por otro, está también el relato de una historia de amor, el reencuentro del profesor con una mujer que conoció veinte años antes, con quien reemprende un romance y que le sirve de público para sus elucubraciones.

El costado "lección de historia" es probablemente lo más endeble del libro: el autor parece creer en serio que vivimos en Ponsonbylandia, propone una visión de la Guerra del Paraguay que requiriría matices, cree posible establecer un paralelismo entre el liberal Protector de los Pueblos Libres y el antiliberal Ernesto Guevara, y hasta trata de convencer a su lector de que quienes terminaron con la "leyenda negra" artiguista, por puntuales intereses políticos, fueron Zorrilla y Batlle a comienzos del siglo veinte. Tiene razón al recomendar la lectura del espléndido Mario Cayota, pero debería saber que la reivindicación del prócer empezó en el siglo XIX con Carlos María Ramírez, y siguió con Eduardo Acevedo y otros. Batlle y Zorrilla llegaron después.

De todos modos corresponde señalar que lo mejor del texto está en otra parte. No falta una pincelada de ternura en su historia de amor con resonancias de aquella Asignatura pendiente (1977) con José Sacristán que dirigió el cineasta español José Luis Garci (a González Olascuaga le gustan las referencias cinematográficas: el destino de Solano López es comparado con el final de Su último refugio, 1941, de Raoul Walsh), hay trozos de buena prosa en sus pasajes descriptivos, y tiene su sabor la pintura del entretelón de un proyecto cinematográfico que fracasa. Aunque, obviamente, hay un juego de "mentira/verdad" en esa zona del libro (Mario Vargas Llosa escribió cierta vez, a propósito de La tía Julia y el escribidor, que el cincuenta por ciento era cierto, pero no necesariamente el cincuenta por ciento que acaso creía el lector), desentrañando sus claves el aficionado al cine nacional que puede acaso elaborar algunas sospechas acerca de por qué una película sobre Artigas fue tirada a la papelera y se hizo otra.

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