ROMA | GIORGIO GOSETTI (ANSA)
El próximo 19 de abril cumple 80 años Omar Sharif, acaso el artista egipcio más conocido del mundo, cuya reputación internacional es debida a su triple carrera de actor, jugador de bridge y playboy seductor.
Si bien Egipto es el país donde nació, en la ciudad costera de Alejandría, y donde vivió más tiempo en su vida, su familia es de origen sirio-libanés, y de religión católica: su nombre de pila es Michel Dimitri Shalhoub, y adoptó el de Omar Sharif (o, más correctamente, Omar al-Sharif) cuando se convirtió al Islam, en 1955.
Hijo de un empresario maderero muy bien conectado en la sociedad egipcia (el rey Faruk solía frecuentar la casa de su familia, donde jugaba a las cartas con la madre) estudió matemática y física en El Cairo y llegó a la profesión de actor casi por casualidad.
Fue el director Youssef Chahine, uno de los nombres más conocidos de la historia del cine egipcio, que lo descubrió en 1953, usándolo como protagonista masculino en Sirá Fi al-Wadi ("Lucha en el valle" o "El sol que quema", en sus versiones internacionales), un melodrama sentimental en el que su pareja era Faten Hamama, que ya en ese entonces era una estrella conocida en todo Medio Oriente.
El éxito de la película no sólo lanzó la carrera cinematográfica de Sharif, que en los ocho años siguientes rodó más de 20 películas, principalmente en Egipto, sino que marcó para siempre su vida personal: dos años después se casó con su coprotagonista, convirtiéndose al Islam para asegurarse la aprobación de su familia.
Hamama fue la única mujer con la que se casó, a pesar de las decenas de romances que mantuvo o que le fueron atribuidos a lo largo de los años. Sin embargo, él mismo declaró en una entrevista en 2007 que, aunque vivió muchos años en el extranjero y apreciaba otras culturas, sólo podía enamorarse de veras con una mujer egipcia.
El vuelco crucial en la carrera internacional de Omar Sharif llegó cuando el director británico David Lean lo seleccionó para el papel de Ali Sherif en Lawrence de Arabia (1962), que le valió una nominación para el Oscar como actor secundario por un papel que él mismo dijo haber "inflado" durante el rodaje, aprovechando del hecho que la estrella de la película, Peter O`Toole, "es el prototipo mismo del actor inexpresivo".
Luego de este lanzamiento de lujo en Hollywood, sin embargo, Omar Sharif parece perder el rumbo de su carrera, usando su imagen exótica para aparecer en una serie de films como El Rolls Royce amarillo (1964), La caída del Imperio Romano (1964), Marco Polo o Gengis Khan (1965).
Su desconfianza hacia la política de visados introducida en Egipto por Gamal Abdel Nasser lo llevó a permanecer fuera de su país, lo que tuvo como consecuencia, a su vez, su divorcio de Hamama (con la que siempre se mantuvo en buenos términos) y una vida pasada en hoteles internacionales y dedicada mucho más al juego de a la actuación ("prefiero jugar buen bridge que rodar malas películas", solía comentar).
Ni siquiera el rescate artístico que, nuevamente, le llegó de manos de Lean, que le confió el papel protagónico en Doctor Zhivago (1965), probablemente la interpretación por la que será más recordado, lo apartó de una trayectoria artística errática, en la que osciló entre éxitos notorios, como Funny Girl (1968) y desastres totales como Che! (1969) la involuntariamente cómica biografía de Ernesto Che Guevara en la que Jack Palance interpretaba, no menos incongruentemente, a Fidel Castro.
Años después, confesó que "casi dejé de hacer películas durante dos decenios porque estuve rodando un montón de basura porque estaba siempre en deuda. Jugaba mucho en esos tiempos, y nunca tenía dinero, por lo que tenía que trabajar constantemente para financiar a mi familia y mis gustos costosos, hasta que llegó el punto en que me dije que era ridículo".
El rescate artístico de Omar Sharif llegó sólo en 2003, con la película francesa Monsieur Ibrahim e les fleurs du Coran de Francois Dupeyron, por el que obtuvo el premio a la mejor actuación de protagonista en el Festival de Venecia y el César (versión francesa del Oscar) para el mejor actor.
Disparen contra el infiel
Es difícil imaginar que un hombre como Omar Sharif haya podido convertirse, al menos por un tiempo, en objetivo del fanatismo político y religioso, pero efectivamente ello ocurrió. En 2005, el actor egipcio, aunque musulmán, aceptó protagonizar un telefilm italiano en dos partes sobre la vida de San Pedro, dirigido por Giulio Base y cuyo elenco incluía también, entre otros, a Sydne Rome y Philippe Leroy. En ese momento recibió algunas amenazas de muerte de extremistasmusulmanes que no le perdonaban que hubiera aceptado encarnar a un santo católico.
Individuo jugador y peleador
Aunque es cierto que el papel más importante que Omar Sharif interpretó en su vida es probablemente el del doctor Zhivago en el film homónimo de David Lean, también lo es que, para toda una generación de cinéfilos, su mayor recuerdo de él es su entrada en Lawrence de Arabia. La larguísima toma en la que comenzaba siendo un punto en el horizonte y se acercaba hasta un primer plano fue la entrada de una estrella.
Entre una película y otra, Sharif desarrolló su fama de jugador internacional de bridge, y aunque en 2003 anunció que abandonaba el juego, siguió escribiendo columnas para revistas especializadas e incluso prestó su nombre para una versión electrónica que se puso a la venta en 1994.
Tampoco cambió mucho su reputación de hombre irascible, como lo demuestra el hecho de que durante el primer decenio del siglo XXI fue multado dos veces por haber agredido a guardianes de casinos y casas de juego en Estados Unidos y Francia.