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De Corea a Francia y un vistazo a lo nacional

Variedad. El Festival exhibe hoy "Tourné", "Amor robot" y "Una razón para vivir"

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Ahora que está de moda hablar del perdón (que al parecer siempre debe ser pedido por otros) puede resultar interesante acercarse al modo como el tema es tratado en un film coreano que se exhibe hoy en el XXX Festival de Cine.

Se trata de Una razón para vivir, película dirigida por la cineasta coreana Lee Jeong-hyang, de quien el espectador uruguayo conoce su anterior Camino a casa (2002). La historia tiene que ver con una productora de documentales que pierde a su marido en un accidente de tránsito el día de su cumpleaños. Un adolescente ha sido el culpable de la tragedia, pero la protagonista se apiada del chico y resuelve no presentar cargos.

Un año después, el film sorprende a su cineasta rodando un documental sobre el tema del perdón. A medida que avanza su trabajo, el personaje entra en contacto con varias víctimas y sus historias, y comienza a ver un reflejo de su propia situación en los dramas de otros. Inevitablemente, ello lo conduce a una reflexión sobre lo que hizo, acaso lo que debería haber hecho, y dilemas éticos anexos.

Con una dosis de pesimismo, el film dispara algunos cuestionamientos sobre sentimientos bastante extendidos, los callejones sin salida de ciertas posturas religiosas, y la idea de una maldad innata que tal vez forma parte, simplemente, de la condición humana. Especializada en estudios de literatura francesa en la Universidad de Sogang y graduada en la Academia Coreana de Artes Fílmicas, la directora y libretista Lee es la autora de largometrajes como Art Museum by the Zoo (1998) y la ya mencionada Camino a casa (2002). Corresponde prestarle atención.

De Corea a Francia: va también hoy en el festival Tourné, del excelente actor francés, aquí convertido en director, Mathieu Amalric (La escafandra y la mariposa, Quantum of Solace), que tiene que ver con un productor de televisión parisino que marcha a los Estados Unidos y vuelve acompañado de un grupo de "stripteasers". La intención es realizar una serie de espectáculos en una gira a través de varias localidades de provincia, hasta culminar en una gran representación en un teatro de París. Para cumplir con su objetivo, el protagonista necesita la ayuda de gente a la que previamente dio la espalda. Entre la comedia y el drama, el film ha sido elogiado sobre todo por la calidad de su elenco, que incluye, además de al propio Amalric, a Miranda Col-clasure, Suzanne Ramsey, Linda Marraccini, Julie Ann Muz, Angela De Lorenzo y otros. Premio en Cannes a Amalric como mejor director. Incidentalmente, no se trata de su debut en el rubro: ya había incursionado previamente detrás de las cámaras en films como Mange ta soupe (1997) y Le stade de Wimbledon (2001).

Un llamado de atención también hacia el film uruguayo de la jornada. Amor robot, de Nicolás Branca, está mayoritariamente filmado en planos fijos y generales, deteniendo su mirada sobre las rutinas maniáticas y los malentendidos cotidianos de una secretaria joven que mantiene un particular vínculo sentimental con su jefe. A pesar de pasarla mal, de sentirse rechazada y retribuir con algunos arrebatos de violencia, la muchacha no puede escapar de ese círculo neurótico que acaso sea lo único que la mantiene en pie. El jefe actúa con una desusada frialdad, y la chica se estrella una y otra vez contra una situación recurrente. La estructura es episódica, dividida en nueve capítulos, con letreros intercalados que comentan el absurdo de la situación. Se ha dicho que su humor entrelineado remite al cine del maestro francés Jacques Tati.

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