El ex de J.Lo cantó el sábado su repertorio salsero más popular, acompañado por una banda con carácter que representó en sí misma un gran espectáculo. Para el público que colmó las instalaciones del estadio fue una fiesta de dos horas.
Con un programa en televisión (Q` Viva The Chosen) que se ve en América Latina y EE.UU. y tras largo matrimonio con Jennifer Lopez, que aumentó su exposición mediática y el asedio de los paparazzi, Marc Anthony está en un buen momento para llenar estadios. Pero sería injusto sólo mencionar estos dos factores, o al menos un facilismo. El artista de ascendencia puertorriqueña viene de vender más de 11 millones de copias del disco Iconos, en el que rescata títulos de Roberto Carlos, Juan Gabriel, José Luis Perales y José José. La versión de Y cómo es él de Perales es la que logró más trascendencia y fue la única balada que interpretó en Montevideo. El resto estuvo marcado por la salsa romántica (salvo el bolero Hasta ayer), como sólo él sabe hacerla, justificando por qué es el representante del género más redituable.
Pocas veces el Charrúa lució a bote como en esta oportunidad. No había claros ni en el césped ni en las gradas. Y cada vez que se encendían las luces, o las 20.000 personas comenzaban a ovacionarlo, se tomaba unos minutos para perder la vista en la multitud, con cara de admiración y asombro. Logró buena comunicación con los escuchas, al punto que explicó que en esos breves pasajes en los que parece reflexionar en escena, en realidad está tomándose el tiempo para grabar en su memoria la imagen del estadio a pleno y llevársela. "Para mí significa mucho", confesó, quien fue coleccionando ositos de peluche y banderas uruguayas unidas a las de Puerto Rico. También le tiraron un bóxer blanco que decía "ídolo", mientras miles de mujeres eufóricas gritaban "¡te amo!". Una de ellas casi se desmaya cuando el artista la señaló y le dijo: "sí, tú, nunca me llamaste, te fuiste sin darme tu número", en ese juego de seducción que le calza perfecto a su metro 70 de estatura que parece incluso más por su extrema delgadez.
Apareció con lentes oscuros y traje negro entallado. Tampoco olvidó su característico gesto de humedecerse el labio superior con la lengua y en todo momento arengó a la audiencia con la frase "¡check it out, baby!" (chequéalo o míralo, nena). Con cielo estrellado como techo, comenzó el show con Valió la pena, uno de sus hits imbatibles como para poner a bailar a todos de arranque. Durante las dos horas no dio tregua y enhebró clásicos, entre los que estuvieron Y hubo alguien, Te conozco bien, Tengo tanto miedo de perderte, Tu amor me hace bien (que marcó el final), Qué precio tiene el cielo y Yo trato. Vino decidido a recuperar el tiempo perdido con el público uruguayo al que prometió "volver muy pronto". "Mientras vamos viajando hablamos de la gira: decimos por ejemplo: ¿te acuerdas de la noche de Uruguay?", agregó. Y minutos después le tomó fotografías al público para subir a Twitter y Facebook, igual que hizo en todas sus paradas. Antes de ir al estadio "twitteó" "Gran noche! Q` Viva The Chosen estrena en Fox y un show en Montevideo. ¿Estás listo mi gente?".
Capítulo aparte merece la banda que lo acompaña con una instrumentación que incluye guitarra (cinco distintas), bajo, dos teclados, varios sets de percusión, congas, una sección de vientos (con dos trompetas y tres trombones), un violín (que logró lucirse como solista), cencerro, timbales y dos coristas (un hombre y una mujer). Anthony la explota con devoción, permitiéndole largos momentos de protagonismo, en los que se ubica como el director de la orquesta pidiéndole con gestos a uno y a otro que haga lo suyo. El ritmo demoledor, con la percusión y los vientos encendidos, puso a bailar a todos, sin excepción, incluso a algunos vendedores ambulantes que no pudieron resistirse.
La carencia de vallado que dividiera los sectores de la cancha hizo que muchos se fueran contra el escenario, y esto provocó el efecto de bola de nieve: las primeras filas se subieron sobre los asientos y el resto no tuvo opción. Por lo cual, miles de personas tuvieron la oportunidad de descubrir que tienen talento para bailar salsa sobre una silla plegable (nótese el detalle) que no es lo mismo que una completamente estable.
Anthony amagó con tirarse a la tribuna, entre cánticos que incluyeron ovaciones a Uruguay y hasta el famoso "soy celeste, celeste soy yo". Para la próxima habría que ensayar algo relativo al artista, pero también es cierto que rimar su nombre es complicado. Cuando el show entró en su recta final, el escenario despojado y sólo con telón negro -nada de pantallas led o grandes efectos especiales- el cantante seguía recogiendo ositos que volaban desde la platea. Hizo un bis, se arrodilló y besó el suelo, en un acto de entrega total, que terminó de conmover a los presentes por K.O.