Publicidad

Pangloss en la red

Compartir esta noticia

JUAN ORIBE STEMMER

El desafío esencial que enfrentamos como sociedad se resume en una sencilla frase: "el mundo puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin el mundo". El auge económico de estos años (que no es lo mismo que el desarrollo) se debe al incremento de la demanda por alimentos y materias primas en las nuevas regiones focales del globo. Los pensadores liberales de fines del siglo XVIII quedan reivindicados: la clave del progreso económico y social es el comercio internacional. Cuánto más comercio, más prosperidad.

El Uruguay no tiene la exclusividad mundial para producir ningún bien ni servicio. Son muchos los exportadores de carne, lana, soja y de nuestras otras producciones. Debemos competir por un sitio en los grandes mercados globales para vender nuestras cosechas. Es cierto, continuamos teniendo (¿por cuánto tiempo más?) una ventaja comparativa: la materia gris de los habitantes de nuestro país. Pero, esa riqueza debe ser cultivada y refinada para pasar del crecimiento al desarrollo. Y esto significa integrarse en el mundo. Tanto para recibir el conocimiento como para generarlo y exportarlo.

Esa integración en el ancho y ajeno mundo exterior requiere comunicaciones adecuadas. Los medios de transmisión de datos evolucionan constantemente. Cada ola de innovación tecnológica aportó nuevos sistemas, más veloces y confiables. En el Río de la Plata pasamos de los buques correo a vela del período colonial al telégrafo, el teléfono y a las comunicaciones satelitales. Hoy la comunicación se llama Internet. Sin acceso adecuado a Internet no habrá desarrollo.

Ese mensaje, tan elemental no parece penetrar el grueso cráneo de nuestros gobernantes que, extrañamente, parecen persistir en una mentalidad pastoril más propia del siglo XIX que de esta época de desafíos que es el siglo XXI.

Así lo demuestran las características de los servicios de Internet a que debe resignarse el usuario. Éstos tienen una cobertura relativamente baja, son lentos y son caros.

En Nueva Zelanda, el 71,4% de la población tiene acceso a Internet; en el Uruguay sólo el 40,2% (2008). El promedio mundial de velocidad de bajada de datos en los servicios de banda ancha de Internet es de 8,75 Mbps. En el caso de los países de la Unión Europea la velocidad promedio es de 12,42 Mbps; en Nueva Zelanda es de 8,27. En la región, Chile tiene una velocidad de bajada de 6,06; Brasil de 5,49; Argentina de 3,52 y Paraguay de 1,84. Nuestro país tiene una velocidad de bajada de 1,73 Mbps. O sea, apenas un quinto de la velocidad promedio mundial (tomado de www.netindex.com). Algo parecido sucede con la velocidad de subida de datos.

En cuanto a los costos: el precio de conexión mediante banda ancha fija en nuestro país es más caro que en Panamá, Colombia, México y Argentina.

En síntesis: pagamos más por menos.

Entretanto, Antel, a veces parecería actuar como un nuevo Pangloss, invirtiendo en publicidad (con nuestro dinero) para convencernos de que todo sucede para bien en este, el mejor de todos los mundos posibles...

"¿Por cuánto tiempo seguiremos pagando más por menos para conectarnos a Internet?".

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad