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Hugo Burel y "El Club de los Nostálgicos", su flamante novela

Meta. Una obra entre la ficción y el ensayo

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La portada de "El Club de los Nostálgicos" juega con varios elementos que luego la novela desarrollará: la esquina de London-París, la foto de James Dean, y al fondo la esfera de un reloj, que marca el paso inexorable del tiempo.

Es que la nueva novela de Hugo Burel (Montevideo, 1951) parte de una concepción del tiempo bastante especial, o como dice el propio autor, "se malgasta el presente, se teme al futuro, y se venera el pasado". Desde esa profunda mirada, el reconocido escritor ofrece una ficción que sin embargo no esquiva los aspectos reflexivos.

Con un interesante cruce de géneros, entre el ensayo y la novela, Burel abre con este flamante libro, editado por Alfaguara, una reflexión sobre la nostalgia, que tiene a Montevideo como escenario, una ciudad llena de estímulos para quien los sepa aprovechar. "El libro habla también sobre las posibilidades de la memoria, la frontera entre lo real y lo imaginario, entre lo que fue y cómo se lo recuerda", explica el escritor.

Apuesta fuerte, ambiciosa, la ficción ofrece numerosos desafíos al lector, quien deberá seguir el hilo de una serie de personajes curiosos. Entre ellos, varios coleccionistas, que juntan cosas cuyo valor, siempre relativo, habla de las pulsiones que mueven a los personajes. "El coleccionismo es como el colesterol: hay bueno y malo. Puede ser algo lindo o un lastre, un ancla que pesa e inmoviliza", comenta con humor Burel, quien agrega que la novela también guarda una historia de amor y desencantos.

Seres que atesoran objetos, que idolatran el pasado, que tejen listas de cosas desaparecidas (cines, tiendas), transitan por esta obra, que hurga cuánto hay de acto mágico en esa acumulación del pasado. El que junta sifones de soda, o dice tener la pelota de la final de Maracaná: cada actitud habla de un entretelón oculto.

Burel confiesa que no se inspiró en nadie en particular para trazar esos personajes obsesivos, aunque sí admite que además de usar la imaginación, tomó un poco de acá y otro poco de allá, de seres que están en la vuelta. El escritor señala que aunque su prosa no es nada barroca, sí busca que sea fluida y clara, con una fuerte apuesta a la literatura como construcción.

Un Montevideo muy reconocible, ubicable más de una década atrás, surge de El Club de los Nostálgicos, que en sus 256 páginas busca atrapar a través de personajes y situaciones de interés. Consultado el escritor sobre cómo ve a sus propios lectores, Burel admite que en general se trata de un lector informado, exigente y culto, que lo sigue desde sus numerosos trabajos. Y el escritor remarca cierta fidelidad y reciprocidad de él hacia sus lectores, a través de una literatura que, unas veces más volcada al suspenso, otras menos, siempre ofrece un buen margen para el asombro.

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