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Vientos de hierro

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Washington Beltrán Storace

El mayor rubro exportador del Uruguay es la carne y sus derivados que rondan los 1.300 millones de dólares por año; por turismo las entradas de divisas se sitúan en el orden de los 1.200 millones, en tanto por la actividad del sector forestal se alcanza los 1.000 millones. La explotación de hierro a través de Aratirí presume ingresos superiores a los 1.500 millones de dólares por año.

De acuerdo con datos del Ministerio de Ganadería, nuestro país tiene unas 16.400.000 hectáreas dedicadas al sector agropecuario. Entre ellas se destacan las plantaciones forestales que alcanzan las 900.000 ha, la soja con 800.000, el arroz con 200.000. El área física prevista para todas las instalaciones de Aratirí será de 6.210 hectáreas (con zona de maniobras y depósitos de escombros incluidos), de las cuales las minas propiamente dichas ocuparán 700 hectáreas. Con todo, su zona de influencia puede llegar a unas 12.000 hectáreas.

Aratirí maneja actualmente una inversión de 3.000 millones de dólares (por lejos la mayor inversión privada en el país; Botnia, actual UPM, fue de 1.200 millones), que incluye la planta donde se trituraría la roca para extraer por imanes (no productos químicos) el mineral de hierro, embalse de relave de agua, el mineroducto de agua doble para transportar el producto (el mismo líquido que lo lleva vuelve luego al embalse) de una extensión de 212 kilómetros hasta las costas de Rocha, donde se instalará un puerto de aguas profundas para los barcos contenedores que trasladarán el material. Según datos de la empresa, se procesarían por año 55 millones de toneladas de roca para extraer 18 millones de toneladas de hierro (un 30%) y se explotaría durante un lapso de 20 años, tiempo estimado para agotar el mineral. El precio actual en el mercado es de US$ 170 la tonelada de hierro, aunque cinco años antes se situaba en US$ 60. El cálculo de lo que se puede percibir está basado en una cifra promedio y conservadora, que oscilará de acuerdo con la cotización internacional. El proyecto Aratirí también asegura que ocupará a 1.500 personas en forma directa, en tanto unas 15.000 se beneficiarán en forma indirecta y el Presidente Mujica estimó que quedarán para las arcas del Tesoro unos US$ 500 millones anuales.

A poco de revisar las cifras y los números de esta propuesta y la realidad uruguaya, surge una pregunta: ¿cuál es el motivo para oponerse a la presencia de Aratirí? A primera vista, da la impresión de que los asambleístas de Gualeguaychú se han instalado en el país, por más que no se invoca a los peces con dos cabezas, ni al agua podrida ni a la leyenda negra sobre los efectos devastadores de los eucaliptos. Pero hay gente que se resiste a cualquier tipo de cambio. Los ambientalistas plantan bandera contra cualquier intento de modificar la realidad, aunque sea para bien. No se trata de cercenar el derecho a pensar distinto ni que en muchos casos tengan razón, pero el pecado no es el cambio sino la forma en que se procesa. Si se hace de manera cuidadosa y con garantías de minimizar las alteraciones, no se justifica la oposición radical, que tiene mucho de fundamentalismo y poco de argumentos.

Mayor sorpresa es cuando las críticas vienen desde el sector político -contra las minas a cielo abierto, como si las que se instalan en galerías estuvieran ajenas a mineros atrapados cuando no sepultados-, e incluso se plantea la estatización de la explotación de minerales. ¿Un nuevo Ente Autónomo? ¿Más burocracia? No, ¡por favor! ¿Acaso no alcanza y sobra con lo que tenemos?

Creo sinceramente que Aratirí es un desafío positivo. Que rompe el molde tradicional de un país agropecuario, cambia su matriz casi exclusiva y abre el horizonte a otras actividades muy redituables. Bienvenidas sean si ellas traen beneficios al país y a los uruguayos.

Pero tomemos algunas precauciones. Por ejemplo, hasta el momento todos los estudios de impacto ambiental de la explotación minera han sido producidos por la empresa. Está bien, ¿pero, por qué el Estado uruguayo no pide un informe a una consultora internacional? Ya se hizo en Botnia con la consultora Hatfield para obtener la asistencia financiera del Banco Mundial ante la oposición argentina. ¿Por qué no se repite la experiencia con Aratirí?

Es imprescindible también que desde la Presidencia se bajen señales claras y no ambiguas y contradictorias, que manosean impunemente temas de enorme importancia. Vamos a terminar de una vez por todas con el insoportable "como te digo una cosa te digo la otra" y a gobernar con seriedad. No puede el Presidente decir un día que va a someter el tema a un plebiscito consultivo, al otro que lo va a decidir el gobierno, al otro que va a consultar al pueblo sobre qué quiere hacer con el dinero y al otro que lo va a guardar para cuando cambien los vientos económicos favorables. Buena falta haría el rey Juan Carlos para espetarle un sonoro "¡por qué no te callas!".

El informe de una consultora internacional contratada por el Estado uruguayo y una mayor mesura, sensatez, compostura y hasta dignidad por parte de la Presidencia pueden contribuir a una muy buena discusión del tema. Los uruguayos (por lo menos algunos) agradecidos.

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