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Rio arde por la guerra contra los narcos

Combate sin tregua. La Policía pacificó 12 favelas donde viven 213.000 personas La batalla más feroz fue en el Complexo do Alemao, que tiene 300.000 habitantes y es un bastión del narcotráfico | Combate sin tregua. Las tropas de la Policía Militar desarticulan las redes de bocas de venta de droga Se instalan unidades policiales de pacificación "La operación no tiene final", dijo el jefe de Policía

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NEWSWEEK Y LA NACIÓN / GDA

La guerra contra los narcos estalló y las favelas de Rio de Janeiro se convirtieron en campos de batalla. La acción policial busca "liberar" a las zonas marginales que están bajo el dominio de la delincuencia e iniciar una labor social y de pacificación.

Mantener la paz en Rio de Janeiro nunca fue una tarea para los temerosos. Pero, el pánico que arrasó las calles de la ciudad más hermosa de Sudamérica, en la última semana, alcanzó un grado extremo hasta para los estándares desmesurados brasileños. En un periodo de 72 horas, bandas de delincuentes armados a guerra llevaron a cabo una serie de asaltos por azar, atacando con metralletas los destacamentos policiales, cortando las principales vías de tránsito e incendiando autos y ómnibus.

El jefe de Seguridad Pública de Rio, José Mariano Beltrame, asegura que la ofensiva violenta es una clara señal de que las bandas de delincuentes que han mantenido como rehén de las drogas y la violencia a la metrópolis de 9 millones de habitantes, están perdiendo su dominio. Los cariocas y la comunidad internacional que Brasil ha cortejado intensamente, pueden ser perdonados por dudar.

En la última semana, hubo decenas de muertos y heridos heridos, barrios enteros quedaron cerrados y cientos de miles de personas se preguntaban si el ómnibus en el que viajaban o el auto de su propiedad sería el próximo en ser rociado con nafta e incendiado. El número de muertos y heridos creció en la noche del jueves, después que centenares de policías e integrantes de las fuerzas especiales, respaldados por helicópteros y una flota de blindados, irrumpieron en el Complexo do Alemao, un núcleo de villas marginales donde viven 300.000 personas al norte de Rio y donde tienen su bastión algunos de los peores jefes del narcotráfico.

De una manera curiosa, la Policía puede tener razón cuando dice que la delincuencia pierde pie. Si bien nadie emitió un manifiesto, las autoridades han interpretado el impulso criminal como una reacción "terrorista" contra la campaña de la Policía para pacificar a las favelas, los barrios marginales y asentamientos precarios que se aferran a las colinas de la ciudad y escarpadas zonas periféricas. Río tiene casi 1.000 favelas, en una mezcolanza de construcciones de viviendas y comercios de bloques y ladrillos que constituyen el hogar de casi dos millones de personas, la amplia mayoría de las cuales tiene trabajos honestos como albañiles, mucamas y mensajeros. Pero, las favelas también son el centro de operaciones de los delincuentes más activos de Brasil.

Durante los últimos dos años, bajo la firme conducción de Beltrame, la Policía ha pacificado 12 favelas que son el hogar de 213.000 personas, incluyendo la notoria Cidade de Deus (Ciudad de Dios), un tendido de viviendas apiñadas al Oeste de Rio, que fue el escenario de la epónima película de drogas y matones dirigida por Fernando Meirelles, en 2002.

Si bien la campaña policial comenzó mucho antes de que Rio de Janeiro conquistara el derecho a ser anfitriona de los Juegos Olímpicos de 2016 y de la Copa del Mundo de fútbol en 2014, la pacificación ya se había convertido en el símbolo más visible del ascenso del país como una potencia regional y del peso de las expectativas globales que ello conlleva. Si bien muy poco dudas de que Brasil, con seguridad, puede organizar esos mega acontecimientos, como ya lo hizo en el pasado, la apuesta del país a la prosperidad duradera y el reconocimiento global bien pueden depender de su capacidad para frenar el baño de sangre que ahora es tan familiar como el Cristo Redentor de estilo art deco, que está en el Corcovado.

Una y otra vez, Río ha debido abordar la tarea de enviar tropas a la batalla contra los delincuentes de las favelas, quienes se mantienen ocultos mientras la presión está al máximo y reaparecen cuando los policías se retiraron. Con frecuencia, algunos políticos y policías que se desvían de su deber fueron parte del problema, recibiendo una parte de las ganancias del redituable tráfico de drogas, o apadrinando la venta de supergás o servicios de TV cable y mirando hacia otro lado cuando la violencia se desbordó.

La tarea de Beltrame es desarticular a los jefes de las zonas marginales y sus auspiciantes, así como entrenar a una nueva generación de policías dedicados a frenar a la delincuencia, sin obtener beneficios.

Liberan. Ahora, la promesa es que quienes protegen a Rio siguen cada operación policial con ladrillos y armas, para establecer puestos policiales permanentes, centros comunitarios y canchas de fútbol, en comunidades donde no imperaba la autoridad. En efecto, cuando las tropas de elite del Batallón de de la Policía Militar (BOPE) "liberan" el territorio y acaban con todos los puntos de venta de droga de la favela, la nueva política pacificadora se instala en el barrio (una policía "de rostro humano" sin vínculos con los temidos agentes del BOPE) y reemplaza a los sicarios del narcotráfico como "fuerza del orden".

Con el control policial de la favela, las autoridades están en condiciones de prestar servicios a la comunidad y de dotar al barrio de infraestructuras, es decir, acercar la favela al asfalto. El objetivo es claro: derrumbar el "Estado paralelo" de la facciones armadas. Es la manera de reducir las altas tasas de criminalidad en Río que causan 6.000 muertes violentas por año.

"¿Cuánto tiempo se van a quedar esta vez?", preguntó tímidamente una mujer asustada a Beltrame, en el Morro do Borel, una zona marginal, recientemente liberada, en la zona Norte de Rio.

Esa pregunta resonó a medida que torniquete policial se ajustó y los jefes del narcotráfico huyeron de las comunidades pacificados hacia el Complexo do Alemao, que en otros tiempos era una zona de granjas convertida en un ámbito sin control. Si se tiene en cuenta el tamaño del barrio, su terreno peligroso y formidable arsenal, recuperar al Complexo do Alemao no estaba en la agenda de seguridadde este año. Sin embargo, la reacción violenta de los delincuentes obligó al gobierno a actuar. "Esta operación no va a terminar", prometió Beltrame, mientras los restos de vehículos calcinados seguían ardiendo.

Las autoridades policiales de Río están mostrando que logran predominar en la batalla contra la delincuencia. Ahora, tienen que ganar la guerra.

Las cifras de la violencia

MUERTES Y ARRESTOS

Estiman que 44 personas murieron, la mayoría serían presuntos líderes de grupos delictivos. Detuvieron a cerca de 195 personas esta semana.

DISTURBIOS

Más de 96 vehículos fueron incendiados en las calles, muchos automovilistas fueron asaltados y hubo retenes policiales baleados.

SEGURIDAD

Unos 800 efectivos fueron desplegados en Vila Cruzeiro. En Complejo do Alemao ingresaron 60 camiones de la Brigada Paracaidista. En los próximos días enviarán otros grupos de 800 oficiales a dos favelas más.

SERVICIOS AFECTADOS

Hasta el momento cerraron 150 escuelas y algunos comercios.

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