Publicidad

El "efecto celeste": un gran momento, un buen recuerdo o una fuerte señal

Sociólogos. Cautela en la lectura de la explosión de alegría ante la Selección

Compartir esta noticia
 20100717 800x517

ALEJANDRO NOGUEIRA

Que el "efecto celeste" perdure como algo más que un glorioso recuerdo deportivo no está escrito en la piedra. La explosiva alegría ciudadana ante el seleccionado ni es, necesariamente, el renacer de un mito ni una satisfacción pasajera.

Los sociólogos se asoman con cuidado a la interpretación del fenómeno sociocultural que tuvo su apoteosis en la caravana celeste. Su origen parece más explicable y claro que la certeza de su permanencia como expresión que supere al mito deportivo. En todo caso fue un estado de ánimo -casi una catarsis colectiva- que puede dejar secuelas positivas, aunque no necesariamente huellas indelebles.

El psicólogo social Antonio Pérez García señaló que en el marco de la "cultura triste" que se suele atribuir a los uruguayos, esto fue un "alegrarnos todos juntos".

"Fue una instancia en la que la sociedad uruguaya se alegró toda junta, con una gran ventaja sobre lo que pueden ser los avances en el plano político o económico, porque es una alegría en la que estamos todos de acuerdo, sin diferencias de valores e intereses políticos y económicos", razonó.

Para el sociólogo César Aguiar (Equipos-Mori) en Uruguay "siempre se festejaron ampliamente los buenos resultados futbolísticos".

"Como este resultado fue relativamente muy bueno -probablemente mejor que Maracaná, si se lo analiza técnicamente- es razonable que haya existido semejante `euforia popular`, estimulada además por muy fuertes y legítimos intereses económicos", apuntó.

Para Luis Eduardo González (Cifra) la alegría popular con la selección "es esencialmente una expresión de anhelos que, por primera vez en décadas, son al menos `pensables` (y `sentibles` y expresables)" y por ello "es tan potente".

En tanto, el sociólogo Fernando Arocena, docente de Sociología de la Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales, percibió la euforia popular más constreñida a lo futbolístico. "Es la materialización de un anhelo de muchísimo tiempo, tras tantas historias de fracasos. La gente lo reconoció, se identificó con el grupo humano. Mucha gente sintió que el Uruguay volvía a vivir y a estar en el concierto deportivo internacional", señaló.

Lo bien hecho. Pérez García aportó un enfoque sobre una alegría que puede exceder lo meramente deportivo. Algo que expresó "la satisfacción ante un proceso bien llevado, una tarea bien hecha, aunque no se haya ganado el premio mayor".

Observó, por ejemplo que cuando Uruguay salió cuarto en el Mundial de Suiza de 1954 y en el de México de 1970, el sentir popular fue otro. En el 54 se vivió como "una pena" la derrota ante la favorita Hungría, rubricada luego con la derrota ante Austria, pero el "estado de ánimo era de que se había hecho un esfuerzo heroico", evocó. Sin embargo en México el sentimiento fue de frustración, "de que alguien hizo las cosas mal para un Uruguay destinado a la gloria", señaló.

"En este campeonato, con victorias y derrotas, quedó la impresión de que se estaba trabajando bien, y que, realmente Uruguay no tiene porqué ser campeón mundial pero sí tiene y puede obtener mejores resultados cuando las cosas se hacen bien y ordenadamente", razonó.

Así, el reposicionamiento futbolístico y anímico sobreviene tras un largo proceso de sinsabores: desde la crisis estructural que se evidencia hacia los años 60, la confrontación armada, la dictadura, el retorno a la democracia con dificultades y problemas, la crisis de 2002. "Todos estos hechos nos hicieron sentir como un país mucho más problematizado de lo que habíamos imaginado, con más dificultades para salir adelante", señaló. "Luego, la salida de la crisis de 2002, el proceso de cambio, la mejora de las perspectivas, un cierto mayor optimismo son el contexto de esta alegría de hoy", apuntó.

La permanencia en el tiempo de este estado de ánimo nacional está, para Aguiar, dependiendo de los resultados futuros. "Si seguimos en el mismo nivel, no será pasajero. Si resultó ser un resultado casual, quedará en la memoria colectiva sobre el deporte y sus logros", señaló.

Para González "por ahora sólo es una posibilidad" que esta instancia sea un símbolo significativo para la sociedad uruguaya.

"Maracaná sólo llegó a ser Maracaná veinte o treinta años después, cuando esas décadas mostraron que había sido el canto del cisne de toda una sociedad", reflexionó. "Sudáfrica llegará a ser Sudáfrica si en veinte o treinta años se confirma que de algún modo acompañó (y expresó, a su modo) un `dar vuelta la página`, un `salir` del Uruguay del todo tiempo pasado fue mejor", estimó.

Arocena va más lejos. Considera que el optimismo y la alegría uruguayas son "claramente pasajeros" y se irán diluyendo con el paso del tiempo y el regreso de cada quien a la vida y los problemas cotidianos.

El sociólogo señala cierta bipolaridad de los uruguayos. "A veces somos eufóricos, nos sentimos en un país casi ideal, estamos muy orgullosos y, tiempo después pensamos en el país como el de la cola de paja, pequeño, del que nos sentimos casi avergonzados en algunos aspectos", apuntó. "Hay un mito rastrero y hay un mito heroico en los uruguayos. Pasamos de esa heroicidad a la depresión o vergüenza del propio país", dijo.

Identidad nacional. Para Pérez García el triunfo celeste más que identidad construye "autoestima". "No somos diferentes por haraganes, o marginados, o desordenados. En algunos aspectos, merecemos sentirnos orgullosos", señaló.

También para Aguiar la actuación de la selección nacional "principalmente ayuda a la autoestima".

Para González el impacto en la identidad nacional de los éxitos celestes es "solo una posibilidad" aún no confirmada.

Arocena considera en una línea similar que los impactos en la identidad nacional se circunscriben a la relevancia del fútbol en esa identidad. Considera que los grandes festejos están asociados a la manera uruguaya de sentir el fútbol.

Creen que gobierno no explotó réditos

La "garra" celeste, plenamente confirmada en el sufrido desempeño del seleccionado, estuvo presente en múltiples discursos políticos, en el aprovechamiento de la difusión del país en términos turísticos, y tuvo su broche de oro en el homenaje a los jugadores en la explanada del Palacio Legislativo.

La politización del éxito futbolístico sobrevoló el episodio. Sin embargo, los expertos consultados coinciden en que el gobierno no abusó del momento.

"Como cualquier otro gobierno, aprovecha la posibilidad de decir `nosotros somos también de alguna manera responsables`. Pero no me parece algo excesivamente marcado. No se puso el pedal fuertemente sobre esto", estimó Pérez García.

No obstante admite que hay nexos entre los triunfos deportivos, la alta aceptación del presidente Mujica, y un contexto económico positivo. "Son procesos que se dan paralelamente, se conectan entre sí, se potencian recíprocamente", apuntó. "La actuación en el Mundial ha servido para que muchos se interesen en saber de Uruguay, lo que es un fenómeno positivo porque nos coloca en el plano de los intereses del universo y esto puede ser aprovechado si se trabaja sistemáticamente", señaló.

Tampoco Aguiar ve que los triunfos celestes se hayan politizado demasiado. "El gobierno ha sido muy discreto", estimó.

El director de Cifra, percibió más bien que el gobierno se sintió "casi obligado" a hacer algo ante las dimensiones de la reacción popular.

Arocena destacó que el gobierno tuvo una "gran cautela" en intentar evitar la politización de la performance celeste. "El gobierno tuvo un reflejo muy rápido y, explícitamente, se dio cuenta de que iba a ser un error político capitalizarlo", estimó.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad