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Valentina Simon cuenta la peripecia

| Declaraciones, cartas dirigidas a las amigas y el diario que escribió durante su privación de libertad

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Eduardo Barreneche

Yo estaba muy nerviosa. Me tapó los ojos con una cinta adhesiva gris... otra me tapaba la boca. Me ató las manos con una cuerda plástica. Me decía ‘quedate quieta, quedate quieta".

Valentina Simon narró, paso a paso, a la Justicia la historia de secuestro y cautiverio que la tuvo por protagonista durante veinte días.

Las actas judiciales que recogen ese testimonio de una adolescente enfrentada a lo que sería una experiencia límite en su vida —a las que tuvo acceso El País—permiten reconstruir desde la mirada de la víctima un suceso que mantuvo en vilo a la sociedad montevideana durante el último fin de año.

Además de ese testimonio, Valentina dejó grabada esas páginas de su vida en un diario que la Policía considera una pieza clave de la investigación y que fue difundido ayer por la revista "Caras y Caretas".

Sus declaraciones comienzan a las 8 de la mañana del 18 de diciembre del año pasado, cuando subió a su "scooter" negra y partió hacia el colegio por la calle Yamandú Rodríguez.

"Iba vestida de ropa casual. Abrí el portón, subí a la moto, tomé Yamandú Rodríguez. Llegué a Basilea y Boston. Vi una camioneta blanca estacionada tipo Fiat Fiorino. Esta se adelantó por donde yo iba y me bloqueó el paso. Caí. Me golpié (sic) en el capot del auto", indicó según las actas judiciales.

Días después, encadenada en el sótano, recordó el consejo de su madre, Adriana di Ferrari sobre que debía doblar a la izquierda en su trayecto hacia el colegio. "Mami, perdóname por no haber doblado a la izquierda. Sé que en este momento la estás pasando peor tú que yo. Quiero que sepas que te adoro", escribió en su diario.

Este informe prueba, según fuentes judiciales, que la menor estuvo efectivamente recluida en el sótano.

"(No quiero) hacerme mala sangre y pensar todo el tiempo en la mala experiencia que estoy pasando y me cansé de mi pesimismo. Voy a pensar que para año nuevo estoy en casa con mi familia y amigos". Carta escrita en el diario y que era dirigida a "Naty", una de sus mejores amigas, donde hace mención a su estado anímico durante una estadía en el sótano.

MEDICO. Tras la colisión, la adolescente empezó a discutir con el conductor de la camioneta Fiat Fiorino, a quien describió como "una persona de 1,70 metros de altura, ni gordo ni flaco. No le vi la cara. Tenía gafas de sol. Tenía unos 30 años. No me fijé qué ropa llevaba, pero creo que tenía un buzo verde".

"Quedate quieta, flaca", le dijo Marizcurrena según relató Valentina a la Justicia. En ese momento, el secuestrador le colocó una picana en el cuello.

"Sentí un golpe eléctrico y me dijo: ‘andate a la camioneta’. Yo no sabía si estaba armado y tenía miedo a resistirme. El hombre que manejaba estaba solo. Me hizo subir a la camioneta empujándome por la puerta de atrás del vehículo", señaló la adolescente, según consta en actas.

Ya dentro de la camioneta, Marizcurrena intentó darle una inyección a la altura de los riñones. "Pero la aguja y la jeringa se rompieron", dijo la menor.

En ese momento apareció el único testigo del secuestro, que se desarrolló en la calle Yamandú Rodríguez a la altura del número 1375. Un vecino, de unos 60 años, se acercó a Marizcurrena y le preguntó que ocurría con la adolescente.

"Este señor habló con el secuestrador. Yo antes le dije al secuestrador que me quedaría quieta si no me daba otra inyección y así lo hice", dijo Valentina al juez Balcaldi.

Pese a que eran apenas las ocho de la mañana, casi nadie caminaba por la calle arbolada de Yamandú Rodríguez. El jubilado acostumbra a sentarse en una silla de hierro blanco frente a su domicilio situado por la calle Yamandú Rodríguez casi Boston.

"El señor mayor le preguntó (a Marizcurrena): "¿qué pasó, qué pasó? Yo no sentí bien qué le respondió, pero fue algo parecido a ‘me la llevo a un médico", relató la adolescente a la Justicia

La Fiat arrancó haciendo chirriar los neumáticos. Mientras que la "scooter" quedó caída en la calle y el casco, tras rodar durante unos metros, se detuvo en la entrada de un garaje.

"Sé que te dije mil veces que te quiero mucho, pero creo que muy pocas veces te lo dije sintiendo ese sentimiento raro en la panza y donde dan ganas de llorar por el simple hecho de saber que es en serio una amistad simplemente comparable ante cualquier otra cosa... porque en esta gran amistad me encanta dar sin recibir nada a cambio" . Esta carta fue escrita por la adolescente en el cuaderno "Papiros" a Nataya C., "Naty", una de las mejores amigas de Valentina.

NERVIOSA. Ya dentro de la camioneta, Marizcurrena le dijo a Valentina que el choque había sido accidental y que "me iba a tirar por ahí", relata en sus declaraciones al Juzgado. La adolescente no le creyó al abogado–secuestrador.

Después de circular por unos minutos, Marizcurrena detuvo la Fiorino y abrió la puerta trasera del furgón. Le tapó a Valentina los ojos y boca con una cinta adhesiva de unos 10 centímetros de ancho y le ató las manos con una cinta plástica.

Cuando Marizcurrena cerró otra vez la puerta de la Fiorino, dejó a Valentina acostada boca arriba sobre el piso del furgón, con la mochila puesta en la espalda, según las actas judiciales.

La adolescente recordó que llevaba su celular en el bolsillo derecho de su jean.

"Entonces yo traté de alcanzar el celular que tenía en el bolsillo del jean del lado derecho. Introducí la mano derecha para intentar sacar el celular que estaba dentro del bolsillo para tratar de enviar mensajes de texto a mis amigas, pese a que tenía las manos atadas. Lo hice apretando una a una las letras y puse: ‘Naty, me raptaron. Llamá a mi mamá". Enseguida lo repitió para asegurarse que este llegaría.

También envió mensajes a Florencia D. y a Alejandra G. Llamó varias veces a estas personas, pero no pudo detectar si era atendida o no.

Al llegar a la casa de su propiedad ubicada en la calle Coronel Mora, Marizcurrena sentó a Valentina en el piso del porche de la finca y llevó la Fiat Fiorino a pocas cuadras de allí.

Con el objetivo de llamar a su madre, Valentina recordó que el teléfono lo tenía grabado en el botón número 2 de emergencia de su celular. Sin embargo, apretó el botón número 4 que llamaba al teléfono de su amiga Victoria M., "Vicky", a quien pudo decir que había sido raptada, tras sacarse la venda de su boca.

"Me quiero ir de esta cueva inmunda, toda húmeda, que el techo mide 1.45 metros (yo mido 1.71 metros) y no me puedo parar derecha y no veo luz solar hace años, pero ya salgo y voy a ser la persona más feliz del mundo". Esta carta también la escribió en el diario y era dirigida a "Marce", otro amigo.

AMENAZA. En su testimonio del lugar donde duró su cautiverio ante el juez José Balcaldi y el fiscal Luis Bajac, quienes se encontraban de turno en el momento de liberación de la menor, Valentina detalló los primeros minutos de encierro.

Tras bajar por unas escaleras, Marizcurrena y su cautiva llegaron a un pequeño sótano. El secuestrador la hizo sentarse encima de un colchón colocado sobre una cama de hierro y la ató con cadenas. Una en el cuello, dos en la pierna derecha, una en la pierna izquierda y otra en la cintura.

En ese momento, Marizcurrena pensó en la posibilidad de que la joven tuviera un celular

"Me quitó la mochila y me dijo que quería fijarse si tenía el celular", relató la menor en el juzgado.

Valentina optó por contarle la verdad. Le dijo a su captor que llevaba encima un teléfono móvil y que había hecho varias llamadas.

El siguiente diálogo, que consta en el diario, fue reproducido días después por la adolescente en una historia ilustrada con dibujos titulada "La Raptación de la Jovencita de Carrasco: Valentina Simon":

Secuestrador: Flaca, las llamadas casi te cuestan la vida. Sobre lo que dijistes (sic) salió todo en los diarios. Las cadenas son por tu viveza en llamar.

Valentina: En mi lugar cualquiera lo haría.

Secuestrador: Eso te salvó, flaca. ¿Qué querés de comer?

Valentina: Nada.

RESCATE. En los dos primeros días del secuestro, la adolescente rechazó todo ofrecimiento de comida de parte de su captor. Apenas bebía agua.

Cuando Marizcurrena le sacó las cadenas —con excepción de la del pie izquierdo—, la menor aceptó comer. A partir de ese momento y con gran habilidad, Valentina notó que su secuestrador no era un delincuente corriente y comenzó a ganarle una batalla sicológica.

Le pidió hamburguesas de McDonald’s, agua mineral sin gas, una marca especial de chocolates, revistas argentinas, una radio, los diarios, una televisión blanco y negro, un video game y el cuaderno "Papiros" para escribir el diario de su secuestro.

"De comida me traía cosas de McDonald‘s, hamburguesas, milanesas y chocolate Cadbury, pero yo comía poco", dijo la menor según consta en las actas.

La adolescente también le pidió a su captor determinadas ropas de vestir e interior y le dio sus medidas para que las adquiriera en un shopping.

Durante su cautiverio, la adolescente escuchaba ruidos en el primer piso. No sabía que se encontraba dentro de un sótano de una casa abandonada y que los ruidos los provocaban dos perros de Marizcurrena.

En una conversación, el secuestrador le dijo que no tratara de escapar o de pedir auxilio, porque en el primer piso se encontraban otros integrantes de la banda. Estos, decía Marizcurrena, si bajaban al sótano, ella podría sufrir "algunos inconvenientes".

Durante otra charla, el abogado la hizo entender que "no se hiciera la viva", porque "tu vida no corre peligro. Solo queremos plata nosotros", según expresa el diario escrito por la menor.

A partir de ese momento, Marizcurrena la hizo leer mensajes escritos que grababa en un pequeño Sony. Luego estos mensajes los pasaba a la familia Simon.

El rescate fue pedido vía mail, dijo Valentina a la Justicia. El primer mensaje de correo electrónico con un pedido de rescate fue enviado a su mejor amigo, Matías R, un poco antes de Navidad.

Desde ese instante, el secuestrador mandó mensajes grabados a la familia y ordenó a los Simon que le respondieran a través de los pedidos a San Expedito publicados este matutino.

Llegaron las fiestas y aún no había noticias concretas del secuestro por parte de las autoridades ministeriales. Aunque la Policía seguía una pista firme desde el 24 de diciembre, tras la investigación de un cruzamiento de llamadas telefónicas realizadas por Marizcurrena.

"Tali: Hola!!! Feliz Año Nuevo! Ya faltan sólo siete horas para el 2004, que joda... De acá no se ve ningún fuego artificial... no brindas, no voy a poder decir: ‘con tal persona (de mi afecto) fue con la primera que brindé en el año’.

Como siempre suelo hablar con mi prima Steffy desde que tengo 11 años... o sea desde el 2000 iban a ser cuatro años consecutivos. Puta madre, no voy a poder salir... que mal. Nada de MI PRIMER MARLBORO del 2004! Estoy totalmente encerrada y con el pie izquierdo con una cadena enganchada con un candado al suelo... medio difícil escapar aunque ni intenté, ya que el panorama se ve imposible".

FINAL. En las negociaciones entre el secuestrador y la familia Simon comenzaron manejándose cifras elevadas por el rescate de la menor: 2:400.000 dólares.

Tras varios días de tratativas, ambas partes llegaron a un acuerdo. La familia estaba dispuesta a abonar 500 mil dólares por la libertad de la adolescente.

Marizcurrena, previsor, ya tenía una valija para cargar el dinero. Sin embargo, nunca llegó a utilizarla.

La Policía encontró la Fiat Fiorino y dentro de la misma, halló un pedazo de un recibo donde se leía la palabra "currena".

En una paciente investigación, los policías citaron a declarar a todas las personas cuyos apellidos poseían esas letras. Junto con las llamadas telefónicas, este era el segundo indicio que los llevaba hacia el abogado.

La Policía realizó un allanamiento en la casa de Marizcurrena que lo puso nervioso. El abogado decidió liberar a la menor en la rambla.

A las cinco de la mañana del siete de enero, Marizcurrena bajó los escalones y entró en el sótano. Como siempre, una media le tapaba la cara.

"‘Está todo bien y te vas para tu casa’, me dijo. Intentó ponerme en una valija pero yo no entraba", relató Valentina al magistrado.

Tras vendarle los ojos, la hizo subirse en la caja de una camioneta rural que tenía un toldo. Al llegar a la Plaza Virgilio, ubicada sobre la rambla, le ordenó que descendiera y que se sentara en el cordón de la vereda. Luego, Marizcurrena le pidió que contara hasta 120 y que después se fuera hacia su domicilio.

"Cuando vi que el auto se iba, me levanté y me fui para mi casa", declaró ante Balcaldi y Bajac.

El resto, lo que ocurrió con Marizcurrena en la Jefatura de Policía y en el Juzgado, ya es historia conocida.

"Queridos secuestradores"

Tres días antes de ser liberada, Valentina Simon escribió en su diario dos pedidos a los "queridos secuestradores".

Antes de enumerar en qué consisten, la adolescente señala que las solicitudes se deben a "esta mala experiencia (18 días encerrada y encadenada y asustada, por ahora) y por toda la plata que me van a sacar".

El primer pedido es que le entreguen, después del verano, una moto ciclomotor Peugeot de 50 cilindradas, de color blanco y violeta, cuya velocidad alcance los 120 kilómetros por hora. La moto también debería de tener buenos frenos y amortiguadores y valijas traseras y delanteras. El segundo es un auto de una marca "buena", con "techo que se abra y parlantes muy buenos". La misiva termina con "muchas gracias por su atención. Tengan en consideración que me rompieron mi moto y me podrían haber roto la cabeza también y que tuve que pasar las fiestas sola en vez de con mi familia y amigos". Firmado, Valentina Simon.

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