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La seducción de un milonguero "gaúcho"

| CRITICA | FABIAN MURO - CONCIERTO DE VITOR RAMIL | Artista invitado: Martín Buscaglia | Localidad: Sala Zitarrosa | Fecha: 9 de mayo

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El primer concierto de Vitor Ramil en Uruguay fue todo un triunfo para el cantante y compositor "gaúcho". El que firma admite cierto prejuicio al constatar que sobre el escenario de la Zitarrosa solo había dos guitarras. Ya hay una inflación de conciertos "unplugged", y Tambong, la última edición discográfica de Ramil, no solo atrae por el valor de sus composiciones sino también por su desenfado sonoro, con aristas experimentales que mezclan lo acústico y lo electrónico de manera singular.

Pero el talento y la simpatía de Ramil en el escenario superó cualquier prejuicio. El músico abrió el concierto con las dos primeras canciones de su más reciente disco, Nao e ceu y Espaço. Esas dos composiciones bastaron para dejar en claro varias cosas acerca de Ramil. Una de ellas es que se trata de un excelente guitarrista, uno de esos músicos que, antes que tocar el instrumento parece mantener un romance con el mismo.

Sus dedos atacaban las cuerdas metálicas con múltiples recursos, desde el toque más delicado y transparente hasta el rasgueo más crudo y dylaniano.

Otro hecho que quedó demostrado es que su voz carga con una fuerte influencia de Caetano Veloso: la misma perfección al afinar y el mismo riesgo para abordar pasajes que para un cantante menos preparado o talentoso podría resultar en un desastre. Sin embargo, las influencias de Ramil también incluyen a Dylan, Gismonti, el pop beatle y, ante todo, la milonga. Dentro de ese género, Ramil ha construido un terreno totalmente propio, del cual emergen serenas y melancólicas canciones que, ante el público de la Zitarrosa, cobraron perfecto sentido, más allá que el riograndense cante mayoritariamente en portugués (también interpreta temas en español) y algunos de los giros poéticos de sus letras no fueran comprendidos instantáneamente.

El concierto también sirvió para constatar que Ramil tiene un gran sentido melódico, demostrado múltiples veces en canciones como Noite de Sao Joao, con letra del poeta portugués Fernando Pessoa. Pero el músico no se limita a seducir con bellas y elegantes canciones. También puede animarse a aparentes disonancias, dando rienda suelta a una voz que va del falsete a los registros más graves de forma fluida y sin obstáculos.

Consciente de que era la primera vez que cantaba en Montevideo y que ninguno de sus discos fue editado en Uruguay, Ramil se tomaba su tiempo para presentar las canciones, explicar cómo habían nacido y porqué las había compuesto. Con un estilo muy descontracturado, Ramil sedujo al público de la Zitarrosa que fue respondiendo cada vez más fervorosamente a la música y los monólogos del brasileño. Este, por su parte, respondió a ese estímulo de la misma forma: cada vez más confiado y alegre, en un momento se olvidó de que estaba en Montevideo y se largó a hablar en portugués. Cuando ya había narrado buena parte de cómo había adaptado a la realidad brasileña el texto de la canción Gotta serve somebody, de Bob Dylan, se acordó de que estaba hablando en su idioma natal y se detuvo en seco: "Perdón, pero ya me sentía tan a gusto que pensé que estaba en casa", dijo entre risas. Con ese comentario, conquistó definitivamente a la numerosa concurrencia.

A partir de ahí, la complicidad entre artista y público fue total y el concierto continuó hacia el final en ese sendero. "Estamos llegando al final del espectáculo", dijo Ramil antes de cantar Semeadura, según él, la primera milonga que compuso. Pero el público no iba a contentarse sin bises y Ramil tuvo que volver tres veces al escenario. En uno de esos bises, cantó Loucos de cara (una bellísima canción con impronta de Bob Dylan) del disco Tango, y concluyó su presentación con una sutil intepretación de Un país con el nombre de un río, de Jorge Drexler (fue justamente en un concierto del uruguayo que Ramil por primera vez pisó un escenario en Montevideo). Se despidió luego de haber realizado un concierto memorable y dejando no solo la mejor impresión, sino también el deseo de volver a escucharlo.

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